Diferentes factores sociales, económicos, políticos e incluso climáticos han provocado una transformación radical de la población rural de México. Por ejemplo, mientras que en 1952 cerca del 57% de los habitantes del País vivía en una zona rural, para 2010 el porcentaje decreció hasta llegar a poco menos del 23% del total de la población.
Según diferentes analistas, dicha situación ha afectado de manera directa la producción agrícola nacional, de tal suerte que actualmente más del 70% de las unidades de producción rural es atendido por pequeños productores, campesinos e indígenas que apenas poseen superficies menores o equivalentes a cinco hectáreas. Por si esto fuera poco, la mayoría de su producción está enfocada en satisfacer las necesidades del autoconsumo.
Lamentablemente sólo el 6% de los productores agrícolas está conformado como empresarios que logran colocar sus mercancías en el mercado nacional e internacional; y esta situación no es favorable para las necesidades de consumo que tiene el País, tanto de productos alimentarios como de insumos o materias primas provenientes de la agroindustria.
Es en este contexto en el que crece el riesgo de la seguridad y la soberanía alimentarías de México, pues de manera general podemos señalar que el “acceso físico o económico a alimentos nutritivos, inocuos y suficientes para satisfacer las necesidades dietéticas, y su preferencia para una vida activa y saludable” no están garantizados y por lo tanto tenemos que depender un sistema de importación agropecuaria.
Aunque la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señala que las naciones deberían de importar como máximo el 25% de los alimentos que consumen, actualmente en México importamos más del 43% de los alimentos básicos que consumimos; es decir que nuestra dependencia alimentaria ha crecido en productos como el maíz, el arroz, la soya y la carne de puerco.
Al profundizar en el tema de la seguridad y la soberanía alimentarías no podemos dejar de lado dos puntos que hasta hace algunos años no eran considerados de relevancia por los agricultores y ganaderos: el calentamiento global y el cambio climático, ambos ligados a la producción tradicional y sus procesos.
Desde un planteamiento práctico debemos entender que la seguridad alimentaria también depende “directa o indirectamente del ecosistema forestal y agrícola, por ejemplo el suelo, la conservación de las aguas, la ordenación de las cuencas hidrográficas, la lucha contra la degradación de la tierra, la protección de las zonas costeras y de los manglares y la conservación de la biodiversidad”.
http://www.fao.org/docrep/003/w3613s/w3613s00.htm
http://www.sinac.go.cr/corredoresbiologicos/boletines/boletin2/boletin200902.html